por ROSA MENESES
Isaac Rabin y Yasir Arafat se dan la mano ante la mirada de Bill Clinton, el 13 de septiembre de 1993. (Foto: AP)
Ehud Barak y Arafat, con Bill Clinton en Camp David, en el verano del año 2000. (Foto: REUTERS)
Mazen, Bush y Sharon, reunidos en Aqaba (junio de 2003), para intentar poner en marcha la Hoja de ruta. (Foto: AFP)
Ehud Olmert y Abu Mazén, con George W. Bush, el 27 de noviembre de 2007, en Annapolis. Foto: REUTERS)
El proceso de paz árabe-israelí se ha reinventado a sí mismo muchas veces, siempre sustentado sobre cimientos movedizos. El camino hacia la paz que comenzó con los primeros contactos entre israelíes y palestinos en la Cumbre de Madrid de 1991 —con el acuerdo de comenzar negociaciones directas— ha fluido por un paisaje que cambiaba a cada paso. Los vericuetos de la paz esconden varios fracasos. Éstos son los más estrepitosos.
LOS ACUERDOS DE OSLO
El líder palestino, Yasir Arafat, y el entonces primer ministro israelí, Isaac Rabin, pactaron el 13 de septiembre de 1993 un acuerdo que permitía crear un autogobierno —aunque con limitaciones— para los palestinos. Así nació la Autoridad Nacional Palestina. Sin embargo, algunos problemas clave se dejaron sin solución: el control de Jerusalén, las fronteras y el retorno de los refugiados palestinos que tuvieron que huir de sus hogares cuando Israel fue establecido, en 1948. Se trata de los temas tabú en cuyo laberinto se han hundido también todas las negociaciones posteriores.
Oslo tampoco se salvó de ello. Su complicado sistema de plazos —según los cuales Israel iría transfiriendo poderes a la ANP— comenzó a verse incumplido. En 1995, el asesinato de Rabin supuso un importante revés al proceso de paz, que, pese al intento de revitalización de Wye Plantation en 1998, se reveló en un completo fracaso en los años siguientes.
CAMP DAVID
El presidente estadounidense Bill Clinton patrocinó una nueva negociación en 2000. Algunos han dicho que Arafat y el entonces primer ministro israelí Ehud Barak estuvieron a un tiro de piedra de la paz. Sin embargo, esto no es más que un tópico. No es cierto que el líder palestino rechazara un acuerdo que le ofrecía el 90% de Cisjordania y Gaza. Lo que se estaba negociando era el 22% de Palestina, un porcentaje ridículo y difícil de presentar como una victoria ante el pueblo palestino. Por eso Arafat no firmó.
Al fiasco de Camp David habría que añadir el lastre de los imperfectos Acuerdos de Oslo. Para rematar el moribundo plan, a finales de septiembre de 2000 estalló la segunda Intifada, la revuelta palestina que culminaría con la muerte de Arafat cuatro años después. [ MÁS INFORMACIÓN ]
EL PLAN SAUDÍ
La paz quiso dar un nuevo estertor, esta vez desde el lado árabe. En 2002, Beirut acogió una cumbre de la Liga Árabe, donde se discutió un ambicioso plan de paz, presentado por el príncipe Abdulá de Arabia Saudí: los 22 países árabes ofrecían la normalización de sus relaciones con Israel —lo que implicaba reconocer al Estado oficialmente— si éste se retiraba de los territorios palestinos ocupados en 1967, cumpliendo así con las resoluciones de la ONU. Nada se decía de algunas cuestiones clave, como el retorno de los cuatro millones de refugiados, pero parecía un negocio redondo. Sin embargo, Israel rechazó de plano la propuesta. La iniciativa saudí fue relegada al olvido y sólo aparece brevemente —como un fantasma— en cada nuevo encuentro de la Liga Árabe.
LA HOJA DE RUTA
El Cuarteto (EEUU, la UE, la ONU y Rusia) elaboró en 2003 el mapa de carreteras que habría de seguir la paz. Pero pronto surgieron las direcciones prohibidas. La novedad de este proyecto es que preveía, por vez primera, la creación de un Estado palestino. Incluso se atrevía con fechas concretas, señalando 2005 como el año en que se proclamaría la ansiada nación. Sin embargo, la Hoja de Ruta contenía varias minas al borde del camino: el establecimiento de plazos poco realistas y de etapas y condiciones difíciles de cumplir. Esta vez, el fracaso estrepitoso cayó sobre la comunidad internacional. Israel aprovechó para aislar políticamente a Yasir Arafat y exigir un cambio en el liderazgo palestino, lo que acabó por dinamitar a las instituciones de la ANP, ya fuertemente denostadas por la corrupción y la falta de medios. [ MÁS INFORMACIÓN ]
LA CONFERENCIA DE ANNAPOLIS
Después de casi ocho años sin querer oír ni hablar del proceso de paz en Oriente Próximo, el presidente estadounidense, George W. Bush, decidió remangarse y auspiciar una reunión palestino-israelí en noviembre de 2007. Sin embargo, Annapolis no produjo ningún resultado real. Las expectativas eran mínimas y las partes se conformaron con pensar que el mero hecho de que se celebrara un encuentro ya era un éxito per se.
La situación sobre el terreno se había deteriorado tanto que ya ni siquiera admitía milagros. Los palestinos estaban divididos entre los partidarios del partido oficialista Al Fatah —replegados en Cisjordania— y los leales al islamismo de Hamas —dueños y señores de la Franja de Gaza—. Con esta fractura en la dirección palestina se hace imposible en la práctica la aplicación de cualquier acuerdo. Así las cosas, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Abú Mazen, y el primer ministro israelí, Ehud Olmert, apenas alcanzaron a firmar una declaración conjunta en la que se comprometían a lograr un tratado de paz definitivo. La fecha límite: el 31 de diciembre de 2008. Seis meses después de Annapolis, esa paz definitiva está aún muy lejos para palestinos e israelíes. [ MÁS INFORMACIÓN ]
http://www.elmundo.es/especiales/internacional/oriente_proximo/proceso_paz/index.html