La sempiterna cuestión de los refugiados palestinos
16-12-2010 |
The Guardian
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos |
Antes de su asesinato en 1948 Lord Folke Bernadotte, el primer mediador de la ONU en el conflicto israelo-árabe, afirmó: “Sería una ofensa contra los principios de la justicia más elemental si se negara el derecho a retornar a sus casas a estas inocentes víctimas [palestinas] mientras que los inmigrantes judíos fluyen a Palestina”. Lord Bernadotte pagó con su vida su franqueza ya que lo asesinaron siguiendo órdenes de Yitzhak Shamir, el hombre que más tarde se convertiría en primer ministro de Israel.
Menos de tres meses después de su muerte, mientras la guerra de 1948 se acercaba a su fin y las fuerzas israelíes habían desplazado a casi tres cuartas partes de toda la población [palestina] originaria, la ONU aprobó la Resolución 194 de la Asamblea General que exigía el retorno de los refugiados palestinos a sus hogares y que se les concedieran indemnizaciones por las pérdidas que habían padecido.
El sábado [11 de diciembre] habrán pasado 62 años sin que se implemente esta resolución histórica a pesar de que desde entonces ha contado con el apoyo de la ONU con un consenso casi universal. De hecho, la propia admisión de Israel como miembro de las Naciones Unidas estaba condicionada a que acatara los principios de la Resolución 194 de la Asamblea General, a lo que empezó a hacer caso omiso desde el mismo momento en que fue admitido como miembro de la ONU.
Contrariamente a lo que las figuras políticas israelíes quisieran que creyera el mundo, el problema de los refugiados palestinos no es una cuestión académica cuya solución se ha vuelto un tanto discutible con el paso del tiempo y debido a la creación de “hechos consumados” por parte de Israel. El desplazamiento de palestinos continúa hasta el día de hoy por medio de la revocación de los permisos de residencia, la confiscación de tierras, la demolición de casas y los desahucios. Al mismo tiempo, Israel ha prohibido a los palestinos desplazados entre 1947 y 1949, y otra vez en 1967 volver a sus casas o recibir indemnizaciones por la pérdida de sus propiedades, lo que ha convertido a los refugiados palestinos en la comunidad de refugiados más antigua y grande del mundo en la actualidad.
Está fuera de discusión que Israel es responsable de la creación de los refugiados. Aunque el Estado siga pidiendo que se olvide lo que hizo, los historiadores israelíes han desenmascarado el mito sionista tradicional y demostrado que antes de 1948 los dirigentes sionistas elaboraron planes para desplazar a la poblacion originaria palestina con el fin de crear un Estado con mayoría judía. Dicho Estado habría sido imposible sin la expulsión masiva de palestinos dado que estos constituían una vasta mayoría en cada distrito de la Palestina histórica antes de 1948 y también poseían el 90% de la tierra.
Aun aceptando el relato israelí de que los refugiados se fueron voluntariamente (relato que para la inmensa mayoría ha demostrado ser falso), no cabe la menor duda de que cuando los refugiados trataron de volver de acuerdo con el derecho legal que tenía a hacerlo se lo impidió una legislación israelí recién creada y fueron declarados infiltrados en sus propias propiedades.
Este periodo de desposesión, conocido por los palestinos como la Nakba o “la catástrofe”, es la experiencia fundamental palestina y fuente de nuestra identidad colectiva. De hecho, el actual presidente palestino, Mahmoud Abbas, también es un refugiado palestino desplazado de la ciudad de Safed durante la guerra de 1948 cuando sólo tenía 13 años de edad.
Hoy existen más de siete millones de refugiados palestinos reaprtidos por todo el mundo, el 70% de toda la población palestina. Si se ignoran sus legítimos derechos legales consagrados en el derecho internacional, los comprensibles motivos de sentirse agraviados por el prolongado desplazamiento y sus aspiraciones a volver a su patria sin lugar a dudas harían que cualquier acuerdo de paz firmado con Israel fuera completamente insostenible.
De acuerdo con los pasados acuerdos israelo-árabes basados en resoluciones de la ONU (el más significativo de los cuales es los Acuerdos israelo-egipcios de Camp David basados en la fórmula de la Resolución 242 de la ONU de tierra por paz) la Resolución 194 debe proporcionar la base para una resolución de la cuestión de los refugiados .
El remedio del retorno y restitución tiene un fuerte precedente internacional, por ejemplo, en el contexto de los Acuerdos de Dayton, a los que se llegó bajo los auspicios de Estados Unidos, se consideró que el retorno de los refugiados a sus hogares y la restitución de sus propiedades era un derecho “no negociable” que era fundamental para elaborar una solución duradera. Dirigentes estadounidenses, como la entonces secretaria de Estado Madeleine Albright, pidieron abiertamente a los refugiados bosnios musulmanes que retornaran en masa a sus antiguos lugares de residencia.
Tantio en Bosnia como en Palestina se ha considerado que el retorno de los refugiados es absolutamente necesario para la estabilidad de la paz. Se considera que cualquier acuerdo que no respete los derechos de los refugiados conlleva el germen de su inevitable fracaso.
Cuando una vez más se reinicien las negociaciones el mundo no debe abandonar a los refugiados palestinos ni tratar de coaccionar a sus representates para que lo hagan.
El reconocimiento por parte de Israel de los derechos de los refugiados palestinos y el hecho de que acepten proporcionar reparación y una opción significativa a los refugiados en el ejercicio de estos derechos no cambiará la realidad de Oriente Próximo de la noche a la mañana ni provocará a Israel una crisis existencial. Lo que sin duda hará es señalar el inicio de una nueva realidad que nuncá más estará arraigada en la represión, la negación de los derechos y la discriminación. En otras palabras, llevará a una paz duradera, el tipo de paz que concibió Lord Bernadotte y que deseó tanto para los palestinos como para los israelíes.
Fuente: http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2010/dec/10/israel-palestine-refugee-rights
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The returning issue of Palestine's refugees
It's 62 years since the UN passed a resolution on the rights of Palestinian refugees – rights Israel
Before his murder in 1948, Lord Folke Bernadotte, the first UN mediator to the Arab-Israeli conflict, stated: "It would be an offence against the principles of elemental justice if these innocent [Palestinian] victims of the conflict were denied the right to return to their homes, while Jewish immigrants flow into Palestine." Lord Bernadotte paid for his candour with his life as Jewish militants assassinated him under the direction of Yitzhak Shamir, the man who would later become prime minister of Israel.
Less than three months after his death, as the war of 1948 ground to a close, and nearly three-quarters of the entire indigenous Palestinian population had been displaced by Israeli forces, the UN passed general assembly resolution 194, calling for the return of Palestinian refugees to their homes and to be awarded compensation for their losses.
On Saturday, 62 years will have passed without this historic resolution being implemented despite being upheld by the UN with nearly universal consensus ever since. In fact, Israel's own admission as a member to the United Nations was contingent on its adherence to the principles of UNGA 194, something it proceeded to disregard once membership was granted.
Contrary to what Israeli political figures would like the world to believe, the issue of Palestinian refugees is not an academic matter, the solution of which is somehow rendered moot by the passage of time and by the creation of Israeli "facts on the ground." Palestinian displacement continues to this day through the revocation of residency cards, land confiscation, home demolitions and evictions. At the same time, Israel has barred Palestinians displaced between 1947 and 1949, and again in 1967, from returning to their homes or receiving restitution for their lost property, making Palestinian refugees the oldest and largest refugee community in the world today.
The fact that Israel bears responsibility for the creation of the refugees is beyond argument. Even if the state still claims amnesia for its deeds, Israeli historians have debunked the traditional Zionist mythology and shown how Zionist leaders prior to 1948 formulated plans to displace the indigenous Palestinian population in order to create a Jewish majority state. Such a state would have been impossible without the mass expulsion of Palestinians, given that Palestinians constituted a majority in every district of historic Palestine prior to 1948 and also owned over 90% of the land.
Even if we accept the Israeli narrative that refugees left voluntarily – which has been proven false for the vast majority – there is no doubt about the fact that when refugees attempted to return according to their legal right, they were blocked by newly drafted Israeli legislation and declared infiltrators on their own property.
This period of dispossession, known to Palestinians as al-Nakba or "the catastrophe", is the seminal Palestinian experience and source of our collective identity. In fact, the current Palestinian president, Mahmoud Abbas, is himself a refugee displaced from the city of Safed during the 1948 war when he was only 13-years-old.
Today, Palestinian refugees constitute more than 7 million people worldwide – 70% of the entire Palestinian population. Disregarding their legitimate legal rights enshrined in international law, their understandable grievances accrued over prolonged displacement, and their aspirations to return to their homeland, would certainly make any peace deal signed with Israel completely untenable.
In accordance with past Israeli-Arab agreements based on UN resolutions – most significantly the Egypt-Israeli Camp David Accords based on UN resolution 242's formula of land-for-peace – resolution 194 must provide the basis for a settlement to the refugee issue.
Return and restitution as the remedy of choice has a strong international precedent. For example, in the context of the Dayton Accords, concluded under the auspices of the United States, the return of Bosnian refugees to their homes and restitution of their property was considered a "non-negotiable" right that was critical to crafting a durable solution. American leaders such as Madeleine Albright, then the secretary of state, openly called on Bosnian Muslim refugees to return en masse to their former places of residence.
In Bosnia and in Palestine, the return of refugees has been considered absolutely necessary for the stability of peace. Any deal that does not respect the rights of refugees has been viewed as bearing the seed of its inevitable failure.
When negotiations resume once again, the world must not abandon the refugees of Palestine, nor attempt to coerce their representatives to do so either.
Israel's recognition of Palestinian refugee rights and its agreement to provide reparation and meaningful refugee choice in the exercise of these rights will not change the reality in the Middle East overnight, nor will it lead to an existential crisis for Israel. What it will certainly do is mark the beginning of a new reality that will no longer be rooted in repression, denial of rights, and discrimination. In other words, it will lead to a lasting peace – the kind of peace envisaged by Lord Bernadotte and hoped for by Palestinians and Israelis alike.
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