sexta-feira, 28 de janeiro de 2011

A PAZ E O DIREITO DE RETORNO DOS REFUGIADOS PALESTINOS


La sempiterna cuestión de los refugiados palestinos

16-12-2010

The Guardian

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Antes de su asesinato en 1948 Lord Folke Bernadotte, el primer mediador de la ONU en el conflicto israelo-árabe, afirmó: “Sería una ofensa contra los principios de la justicia más elemental si se negara el derecho a retornar a sus casas a estas inocentes víctimas [palestinas] mientras que los inmigrantes judíos fluyen a Palestina”. Lord Bernadotte pagó con su vida su franqueza ya que lo asesinaron siguiendo órdenes de Yitzhak Shamir, el hombre que más tarde se convertiría en primer ministro de Israel.



Menos de tres meses después de su muerte, mientras la guerra de 1948 se acercaba a su fin y las fuerzas israelíes habían desplazado a casi tres cuartas partes de toda la población [palestina] originaria, la ONU aprobó la Resolución 194 de la Asamblea General que exigía el retorno de los refugiados palestinos a sus hogares y que se les concedieran indemnizaciones por las pérdidas que habían padecido.

El sábado [11 de diciembre] habrán pasado 62 años sin que se implemente esta resolución histórica a pesar de que desde entonces ha contado con el apoyo de la ONU con un consenso casi universal. De hecho, la propia admisión de Israel como miembro de las Naciones Unidas estaba condicionada a que acatara los principios de la Resolución 194 de la Asamblea General, a lo que empezó a hacer caso omiso desde el mismo momento en que fue admitido como miembro de la ONU.

Contrariamente a lo que las figuras políticas israelíes quisieran que creyera el mundo, el problema de los refugiados palestinos no es una cuestión académica cuya solución se ha vuelto un tanto discutible con el paso del tiempo y debido a la creación de “hechos consumados” por parte de Israel. El desplazamiento de palestinos continúa hasta el día de hoy por medio de la revocación de los permisos de residencia, la confiscación de tierras, la demolición de casas y los desahucios. Al mismo tiempo, Israel ha prohibido a los palestinos desplazados entre 1947 y 1949, y otra vez en 1967 volver a sus casas o recibir indemnizaciones por la pérdida de sus propiedades, lo que ha convertido a los refugiados palestinos en la comunidad de refugiados más antigua y grande del mundo en la actualidad.

Está fuera de discusión que Israel es responsable de la creación de los refugiados. Aunque el Estado siga pidiendo que se olvide lo que hizo, los historiadores israelíes han desenmascarado el mito sionista tradicional y demostrado que antes de 1948 los dirigentes sionistas elaboraron planes para desplazar a la poblacion originaria palestina con el fin de crear un Estado con mayoría judía. Dicho Estado habría sido imposible sin la expulsión masiva de palestinos dado que estos constituían una vasta mayoría en cada distrito de la Palestina histórica antes de 1948 y también poseían el 90% de la tierra.

Aun aceptando el relato israelí de que los refugiados se fueron voluntariamente (relato que para la inmensa mayoría ha demostrado ser falso), no cabe la menor duda de que cuando los refugiados trataron de volver de acuerdo con el derecho legal que tenía a hacerlo se lo impidió una legislación israelí recién creada y fueron declarados infiltrados en sus propias propiedades.

Este periodo de desposesión, conocido por los palestinos como la Nakba o “la catástrofe”, es la experiencia fundamental palestina y fuente de nuestra identidad colectiva. De hecho, el actual presidente palestino, Mahmoud Abbas, también es un refugiado palestino desplazado de la ciudad de Safed durante la guerra de 1948 cuando sólo tenía 13 años de edad.

Hoy existen más de siete millones de refugiados palestinos reaprtidos por todo el mundo, el 70% de toda la población palestina. Si se ignoran sus legítimos derechos legales consagrados en el derecho internacional, los comprensibles motivos de sentirse agraviados por el prolongado desplazamiento y sus aspiraciones a volver a su patria sin lugar a dudas harían que cualquier acuerdo de paz firmado con Israel fuera completamente insostenible.

De acuerdo con los pasados acuerdos israelo-árabes basados en resoluciones de la ONU (el más significativo de los cuales es los Acuerdos israelo-egipcios de Camp David basados en la fórmula de la Resolución 242 de la ONU de tierra por paz) la Resolución 194 debe proporcionar la base para una resolución de la cuestión de los refugiados .

El remedio del retorno y restitución tiene un fuerte precedente internacional, por ejemplo, en el contexto de los Acuerdos de Dayton, a los que se llegó bajo los auspicios de Estados Unidos, se consideró que el retorno de los refugiados a sus hogares y la restitución de sus propiedades era un derecho “no negociable” que era fundamental para elaborar una solución duradera. Dirigentes estadounidenses, como la entonces secretaria de Estado Madeleine Albright, pidieron abiertamente a los refugiados bosnios musulmanes que retornaran en masa a sus antiguos lugares de residencia.

Tantio en Bosnia como en Palestina se ha considerado que el retorno de los refugiados es absolutamente necesario para la estabilidad de la paz. Se considera que cualquier acuerdo que no respete los derechos de los refugiados conlleva el germen de su inevitable fracaso.

Cuando una vez más se reinicien las negociaciones el mundo no debe abandonar a los refugiados palestinos ni tratar de coaccionar a sus representates para que lo hagan.

El reconocimiento por parte de Israel de los derechos de los refugiados palestinos y el hecho de que acepten proporcionar reparación y una opción significativa a los refugiados en el ejercicio de estos derechos no cambiará la realidad de Oriente Próximo de la noche a la mañana ni provocará a Israel una crisis existencial. Lo que sin duda hará es señalar el inicio de una nueva realidad que nuncá más estará arraigada en la represión, la negación de los derechos y la discriminación. En otras palabras, llevará a una paz duradera, el tipo de paz que concibió Lord Bernadotte y que deseó tanto para los palestinos como para los israelíes.

Fuente: http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2010/dec/10/israel-palestine-refugee-rights

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The returning issue of Palestine's refugees

It's 62 years since the UN passed a resolution on the rights of Palestinian refugees – rights Israel


guardian.co.uk,














Palestinian president, Mahmoud Abbas, is a refugee displaced from the city of Safed during the 1948 war. Photograph: Khaled El Fiqi/EPA


Before his murder in 1948, Lord Folke Bernadotte, the first UN mediator to the Arab-Israeli conflict, stated: "It would be an offence against the principles of elemental justice if these innocent [Palestinian] victims of the conflict were denied the right to return to their homes, while Jewish immigrants flow into Palestine." Lord Bernadotte paid for his candour with his life as Jewish militants assassinated him under the direction of Yitzhak Shamir, the man who would later become prime minister of Israel.

Less than three months after his death, as the war of 1948 ground to a close, and nearly three-quarters of the entire indigenous Palestinian population had been displaced by Israeli forces, the UN passed general assembly resolution 194, calling for the return of Palestinian refugees to their homes and to be awarded compensation for their losses.

On Saturday, 62 years will have passed without this historic resolution being implemented despite being upheld by the UN with nearly universal consensus ever since. In fact, Israel's own admission as a member to the United Nations was contingent on its adherence to the principles of UNGA 194, something it proceeded to disregard once membership was granted.

Contrary to what Israeli political figures would like the world to believe, the issue of Palestinian refugees is not an academic matter, the solution of which is somehow rendered moot by the passage of time and by the creation of Israeli "facts on the ground." Palestinian displacement continues to this day through the revocation of residency cards, land confiscation, home demolitions and evictions. At the same time, Israel has barred Palestinians displaced between 1947 and 1949, and again in 1967, from returning to their homes or receiving restitution for their lost property, making Palestinian refugees the oldest and largest refugee community in the world today.

The fact that Israel bears responsibility for the creation of the refugees is beyond argument. Even if the state still claims amnesia for its deeds, Israeli historians have debunked the traditional Zionist mythology and shown how Zionist leaders prior to 1948 formulated plans to displace the indigenous Palestinian population in order to create a Jewish majority state. Such a state would have been impossible without the mass expulsion of Palestinians, given that Palestinians constituted a majority in every district of historic Palestine prior to 1948 and also owned over 90% of the land.

Even if we accept the Israeli narrative that refugees left voluntarily – which has been proven false for the vast majority – there is no doubt about the fact that when refugees attempted to return according to their legal right, they were blocked by newly drafted Israeli legislation and declared infiltrators on their own property.

This period of dispossession, known to Palestinians as al-Nakba or "the catastrophe", is the seminal Palestinian experience and source of our collective identity. In fact, the current Palestinian president, Mahmoud Abbas, is himself a refugee displaced from the city of Safed during the 1948 war when he was only 13-years-old.

Today, Palestinian refugees constitute more than 7 million people worldwide – 70% of the entire Palestinian population. Disregarding their legitimate legal rights enshrined in international law, their understandable grievances accrued over prolonged displacement, and their aspirations to return to their homeland, would certainly make any peace deal signed with Israel completely untenable.

In accordance with past Israeli-Arab agreements based on UN resolutions – most significantly the Egypt-Israeli Camp David Accords based on UN resolution 242's formula of land-for-peace – resolution 194 must provide the basis for a settlement to the refugee issue.

Return and restitution as the remedy of choice has a strong international precedent. For example, in the context of the Dayton Accords, concluded under the auspices of the United States, the return of Bosnian refugees to their homes and restitution of their property was considered a "non-negotiable" right that was critical to crafting a durable solution. American leaders such as Madeleine Albright, then the secretary of state, openly called on Bosnian Muslim refugees to return en masse to their former places of residence.

In Bosnia and in Palestine, the return of refugees has been considered absolutely necessary for the stability of peace. Any deal that does not respect the rights of refugees has been viewed as bearing the seed of its inevitable failure.
When negotiations resume once again, the world must not abandon the refugees of Palestine, nor attempt to coerce their representatives to do so either.

Israel's recognition of Palestinian refugee rights and its agreement to provide reparation and meaningful refugee choice in the exercise of these rights will not change the reality in the Middle East overnight, nor will it lead to an existential crisis for Israel. What it will certainly do is mark the beginning of a new reality that will no longer be rooted in repression, denial of rights, and discrimination. In other words, it will lead to a lasting peace – the kind of peace envisaged by Lord Bernadotte and hoped for by Palestinians and Israelis alike.

http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2010/dec/10/israel-palestine-refugee-rights



quinta-feira, 27 de janeiro de 2011

O Facebook e a dignidade árabe


International Herald Tribune
Sid Bouzid
Na Tunísia
25/01/2011


É aqui que uma revolução árabe tem início; em um fim de mundo. Se o mundo moderno encontra-se dividido entre centros dinâmicos e uma periferia estática, Sidi Bouzid se encaixa perfeitamente nesta última. A cidade nunca apareceu sequer na previsão nacional do tempo.

A centelha foi um desentendimento em 17 de dezembro de 2010. Ela envolveu um jovem vendedor de frutas e verduras chamado Mohamed Bouazizi e uma policial bem mais velha do que ele chamada Faida Hamdy. O que exatamente ocorreu entre os dois – quem esbofeteou ou cuspiu em quem, que insultos foram usados – é algo que já entrou para o reino do mito revolucionário.

Pouco depois – este fato pelo menos não é contestado – Bouazizi colocou fogo no próprio corpo em frente ao moderno prédio do governo, onde os manifestantes atualmente se aglomeram em torno de retratos do mártir. Bouazizi viveria mais 18 dias. Àquela altura, uma ditadura árabe com um pedigree de 53 anos estava tremendo convulsivamente. Dentro de mais dez dias, ela desmoronou, naquela que talvez tenha sido a primeira revolução da história que não teve um líder.

Ou talvez o líder estivesse longe: Mark Zuckerberg, o criador do Facebook. O veículo da revolução foi a juventude da Tunísia, capaz de usar o Facebook para comunicação instantânea e dessa forma inspirar os seus pais.

Ander Colding-Jorgensen, um psicólogo dinamarquês, realizou uma experiência em 2009 na qual divulgou a notícia de que a Fonte Stork de Copenhague estava prestes a ser demolida e criou um grupo no Facebook para salvá-la. A ameaça era fictícia, mas o grupo logo passou a contar com dois novos membros por minuto.
A revolução tunisiana foi uma experiência similar, mas turbinada. Fidel Castro passou anos preparando a sua revolução na Sierra Maestra, no interior cubano; o Facebook levou a insurreição do interior para a capital tunisiana em 28 dias.

Como foi que uma briga por causa de peras e maçãs em um local desimportante e obscuro transformou-se em uma rebelião nacional? Nenhum jornal ou rede de televisão tunisiana cobriu o acontecimento. O Ocidente estava preocupado com o Natal. A Tunísia era o Luxemburgo do mundo árabe: lá nada jamais acontecia. A autoimolação de um garoto pobre jamais poderia quebrar um muro de silêncio. Ou pelo menos era essa a impressão que se tinha.

Naquele dia, 17 de dezembro, doze membros da furiosa família Bouazizi reuniram-se em frente ao prédio do governo. Eles sacudiram o portão e exigiram que o governador saísse para vê-los.

“A nossa família é capaz de aceitar tudo, menos a humilhação”, me disse Samia Bouazizi, a irmã do rapaz morto, sentada dentro de uma casa pequenina, iluminada por uma lâmpada fraca, perto de um cocho onde um carneiro come.

Humilhação é uma palavra importante nessa história. Foi o “hogra”, ou o desdém, da cleptocracia do ditador que acabaria unindo no ciberespaço uma população árabe.

Os protestos logo aumentaram. Usando telefones celulares, os participantes colocavam imagens em páginas do Facebook.

“A minha filha, Ons, que tem 16 anos de idade, passou a me mostrar o que estava acontecendo”, conta Hichem Saad, um empresário de Túnis.

A Al-Jazeera, a rede de televisão do mundo árabe, foi alertada através do Facebook. Nesse ínterim, Bouazizi, que não tinha sequer o segundo grau, metamorfoseou-se no ciberespaço em um frustrado indivíduo recém-formado na universidade: isso repercutiu em uma nação na qual tantas pessoas com diploma universitário estão desempregadas. Esse mito correu o mundo. Informações que se movem tão rapidamente assim são inspiradas pelos fatos, em vez de se ancorarem neles.

Quando Zine el-Abidine Ben Ali, o ditador que acaba de ser deposto, falou à nação, conforme faria três vezes, a fúria transmitida pelo Facebook foi a resposta. Ben Ali podia ter 1,5 milhão de membros no seu partido fantoche; mas ele em breve se deparou com dois milhões de usuários do Facebook.

A essa altura dizia-se que Faida Hamdy, a policial, havia esbofeteado Bouazizi. Talvez ela tenha feito isso. O primo dela me disse que foi o rapaz que esbofeteou Hamdy: mais fatos fugazes bons demais para se confirmar.

Hisham Ben Khamsa, que organiza um festival de cinema norte-americano em Túnis, observou a cena na companhia dos seus filhos quando Ben Ali fez o seu último discurso em 13 de janeiro. Agora, a fúria confrontadora do homem forte do país tinha desaparecido. Assim como o xá do Irã em 1978 – tarde demais – ele havia “entendido”. Ele sentiu a dor do povo. O preço do pão seria reduzido.

“Ele não entendeu nada”, me disse Ben Khamsa. “Tudo o que aconteceu dizia respeito a dignidade, e não a pão. Ele estava em estado de autismo político terminal. Imediatamente, todos faziam comentários sobre o discurso no Facebook”.

Na noite seguinte, Ben Ali fugiu, após passar 23 anos no poder. Menos do que o seu predecessor, que governou durante 30 anos. Dizem que a idade média de um tunisiano é de “um ditador e meio”. Esse pesadelo acabou.

Agora o novo ministro da Juventude, um ex-blogueiro de 33 anos de idade, manda mensagens via Twitter das suas reuniões de gabinete. Todos estão falando onde outrora todo mundo fazia silêncio. “Toda nação árabe está aguardando o seu Bouazizi”, me disse a irmã dele.

Algumas observações: primeiro, de acordo com uma antiga máxima, no mundo árabe as duas únicas opções possíveis são ditadores ou fundamentalistas islâmicos porque estas são as duas forças organizadoras. Não, as comunidades online são capazes de se organizar e enfrentar o poder estabelecido.

Segundo, essas comunidades não têm nenhuma ideologia formal, mas a luta delas visa a transformar humilhação em autoestima.

Terceiro, as rebeliões no ciberespaço têm resultados imprevisíveis: o Irã pairou sobre o fio da navalha em 2009; o regime da Tunísia caiu em 2011. Em ambas as sociedades o abismo que separa as autoridades e as sociedades de jovens conectados pela Internet é enorme. A diferença está provavelmente no grau de brutalidade sustentada que uma ditadura é capaz manter.

Quarto, a liberdade da Internet não é nenhuma panaceia. Regimes autoritários podem usá-la para identificar dissidentes; eles podem tentar suprimir o Facebook. Mas ela dá poder aos reprimidos, humilhados e distantes – sendo, portanto uma ameaça ao decadente status quo árabe.

O que aconteceu na Tunísia foi uma revolução Facebook. Mas eu prefiro usar uma expressão que ouvi em Túnis: “A Revolução da Dignidade”.

(Roger Cohen escreve a coluna “The Globalist” para o “International Herald Tribune”).
Tradução: UOL

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Um movimento de contestação ganha o Egito



Os manifestantes reivindicam o exemplo tunisiano e enfrentam o regime do presidente Mubarak

27/01/2011





É aqui que uma revolução árabe tem início; em um fim de mundo. Se o mundo moderno encontra-se dividido entre centros dinâmicos e uma periferia estática, Sidi Bouzid se encaixa perfeitamente nesta última. A cidade nunca apareceu sequer na previsão nacional do tempo.

A centelha foi um desentendimento em 17 de dezembro de 2010. Ela envolveu um jovem vendedor de frutas e verduras chamado Mohamed Bouazizi e uma policial bem mais velha do que ele chamada Faida Hamdy. O que exatamente ocorreu entre os dois – quem esbofeteou ou cuspiu em quem, que insultos foram usados – é algo que já entrou para o reino do mito revolucionário.

Pouco depois – este fato pelo menos não é contestado – Bouazizi colocou fogo no próprio corpo em frente ao moderno prédio do governo, onde os manifestantes atualmente se aglomeram em torno de retratos do mártir. Bouazizi viveria mais 18 dias. Àquela altura, uma ditadura árabe com um pedigree de 53 anos estava tremendo convulsivamente. Dentro de mais dez dias, ela desmoronou, naquela que talvez tenha sido a primeira revolução da história que não teve um líder.

Ou talvez o líder estivesse longe: Mark Zuckerberg, o criador do Facebook. O veículo da revolução foi a juventude da Tunísia, capaz de usar o Facebook para comunicação instantânea e dessa forma inspirar os seus pais.

Ander Colding-Jorgensen, um psicólogo dinamarquês, realizou uma experiência em 2009 na qual divulgou a notícia de que a Fonte Stork de Copenhague estava prestes a ser demolida e criou um grupo no Facebook para salvá-la. A ameaça era fictícia, mas o grupo logo passou a contar com dois novos membros por minuto.

A revolução tunisiana foi uma experiência similar, mas turbinada. Fidel Castro passou anos preparando a sua revolução na Sierra Maestra, no interior cubano; o Facebook levou a insurreição do interior para a capital tunisiana em 28 dias.

Como foi que uma briga por causa de peras e maçãs em um local desimportante e obscuro transformou-se em uma rebelião nacional? Nenhum jornal ou rede de televisão tunisiana cobriu o acontecimento. O Ocidente estava preocupado com o Natal. A Tunísia era o Luxemburgo do mundo árabe: lá nada jamais acontecia. A autoimolação de um garoto pobre jamais poderia quebrar um muro de silêncio. Ou pelo menos era essa a impressão que se tinha.

Naquele dia, 17 de dezembro, doze membros da furiosa família Bouazizi reuniram-se em frente ao prédio do governo. Eles sacudiram o portão e exigiram que o governador saísse para vê-los.

“A nossa família é capaz de aceitar tudo, menos a humilhação”, me disse Samia Bouazizi, a irmã do rapaz morto, sentada dentro de uma casa pequenina, iluminada por uma lâmpada fraca, perto de um cocho onde um carneiro come.

Humilhação é uma palavra importante nessa história. Foi o “hogra”, ou o desdém, da cleptocracia do ditador que acabaria unindo no ciberespaço uma população árabe.

Os protestos logo aumentaram. Usando telefones celulares, os participantes colocavam imagens em páginas do Facebook.

“A minha filha, Ons, que tem 16 anos de idade, passou a me mostrar o que estava acontecendo”, conta Hichem Saad, um empresário de Túnis.

A Al-Jazeera, a rede de televisão do mundo árabe, foi alertada através do Facebook. Nesse ínterim, Bouazizi, que não tinha sequer o segundo grau, metamorfoseou-se no ciberespaço em um frustrado indivíduo recém-formado na universidade: isso repercutiu em uma nação na qual tantas pessoas com diploma universitário estão desempregadas. Esse mito correu o mundo. Informações que se movem tão rapidamente assim são inspiradas pelos fatos, em vez de se ancorarem neles.

Quando Zine el-Abidine Ben Ali, o ditador que acaba de ser deposto, falou à nação, conforme faria três vezes, a fúria transmitida pelo Facebook foi a resposta. Ben Ali podia ter 1,5 milhão de membros no seu partido fantoche; mas ele em breve se deparou com dois milhões de usuários do Facebook.

A essa altura dizia-se que Faida Hamdy, a policial, havia esbofeteado Bouazizi. Talvez ela tenha feito isso. O primo dela me disse que foi o rapaz que esbofeteou Hamdy: mais fatos fugazes bons demais para se confirmar.

Hisham Ben Khamsa, que organiza um festival de cinema norte-americano em Túnis, observou a cena na companhia dos seus filhos quando Ben Ali fez o seu último discurso em 13 de janeiro. Agora, a fúria confrontadora do homem forte do país tinha desaparecido. Assim como o xá do Irã em 1978 – tarde demais – ele havia “entendido”. Ele sentiu a dor do povo. O preço do pão seria reduzido.

“Ele não entendeu nada”, me disse Ben Khamsa. “Tudo o que aconteceu dizia respeito a dignidade, e não a pão. Ele estava em estado de autismo político terminal. Imediatamente, todos faziam comentários sobre o discurso no Facebook”.

Na noite seguinte, Ben Ali fugiu, após passar 23 anos no poder. Menos do que o seu predecessor, que governou durante 30 anos. Dizem que a idade média de um tunisiano é de “um ditador e meio”. Esse pesadelo acabou.

Agora o novo ministro da Juventude, um ex-blogueiro de 33 anos de idade, manda mensagens via Twitter das suas reuniões de gabinete. Todos estão falando onde outrora todo mundo fazia silêncio. “Toda nação árabe está aguardando o seu Bouazizi”, me disse a irmã dele.

Algumas observações: primeiro, de acordo com uma antiga máxima, no mundo árabe as duas únicas opções possíveis são ditadores ou fundamentalistas islâmicos porque estas são as duas forças organizadoras. Não, as comunidades online são capazes de se organizar e enfrentar o poder estabelecido.

Segundo, essas comunidades não têm nenhuma ideologia formal, mas a luta delas visa a transformar humilhação em autoestima.

Terceiro, as rebeliões no ciberespaço têm resultados imprevisíveis: o Irã pairou sobre o fio da navalha em 2009; o regime da Tunísia caiu em 2011. Em ambas as sociedades o abismo que separa as autoridades e as sociedades de jovens conectados pela Internet é enorme. A diferença está provavelmente no grau de brutalidade sustentada que uma ditadura é capaz manter.

Quarto, a liberdade da Internet não é nenhuma panaceia. Regimes autoritários podem usá-la para identificar dissidentes; eles podem tentar suprimir o Facebook. Mas ela dá poder aos reprimidos, humilhados e distantes – sendo, portanto uma ameaça ao decadente status quo árabe.

O que aconteceu na Tunísia foi uma revolução Facebook. Mas eu prefiro usar uma expressão que ouvi em Túnis: “A Revolução da Dignidade”.

(Roger Cohen escreve a coluna “The Globalist” para o “International Herald Tribune”).
Tradução: UOL

http://noticias.uol.com.br/midiaglobal/lemonde/2011/01/27/um-movimento-de-contestacao-ganha-o-egito.jhtm


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Jovens egípcios encabeçam a revolta, deixando líderes para trás 

El País
Nuria Tesón
No Cairo (Egito)                            

27/01/2011

Milhares de egípcios desafiaram na quarta-feira a proibição expressa do governo, que havia advertido que não permitiria protestos, e voltaram a se lançar às ruas para pedir o fim do regime de Hosni Mubarak. A rede social Facebook foi novamente a ferramenta que os jovens do país empregaram para se mobilizar em várias localidades. Apenas algumas horas depois de protagonizar as maiores manifestações dos últimos 30 anos, a mensagem corria de terminal em terminal: "Filhos do Egito, tomem as ruas".

Desse modo, o grupo de oposição Jovens de 6 de Abril, um dos organizadores, animava a não perder o espírito que havia inflamado durante a jornada anterior, que denominaram "dia da ira". E assim também a juventude egípcia voltava a se situar na vanguarda da revolta, deixando para trás seus líderes políticos. O grande ausente da jornada de terça-feira foi Mohamed El Baradei.

O ex-diretor da Agência Internacional de Energia Atômica defendeu desde seu regresso ao Egito, há um ano, uma corrente de oposição denominada Assembleia Nacional para a Mudança. Esse grupo, um dos promotores das manifestações de terça-feira, confirmou que o diplomata não só não participou dos protestos, os quais havia animado timidamente em seu Twitter, como nem sequer está no Egito.

Enquanto com o avanço do dia começavam a surgir pequenas explosões de protesto em diferentes partes do país, a tentativa do governo de desautorizar a revolta, argumentando que os islâmicos Irmãos Muçulmanos a estavam comandando, caía por seu próprio peso. Assim como os demais dirigentes políticos, esses ficaram em segundo plano diante da força dos egípcios comuns que seguem os jovens que defendem a mudança.

Uma mudança política e carente de lemas de tom islâmico, como pretendia contaminar o regime. "Abaixo Hosni Mubarak. Abaixo Gamal Mubarak", "Povo egípcio, levanta a voz, tem o direito de falar", "Ontem éramos todos tunisianos, hoje somos todos egípcios, amanhã seremos todos livres" - foram alguns dos lemas lançados diante dos sindicatos de advogados e dos jornalistas, nas imediações dos tribunais egípcios. Mais de 500 mil pessoas protagonizaram ali confrontos com a polícia.

Alguns manifestantes lançaram pedras contra a polícia antidistúrbios do telhado de um edifício para romper o cerco que afogava os que se encontravam embaixo cortando a central rua de Ramsés. A reação policial foi contundente e a chegada de reforços levou os manifestantes a dirigir-se por ruas laterais para a praça de Tahrir, perseguidos por policiais que disparavam balas de borracha e gás lacrimogêneo. A central praça da Libertação é o símbolo a conquistar desta revolta e durante todo o dia os cidadãos haviam tentado alcançá-la sem êxito.

Houve mais de 500 detenções, que se somam às mais de 200 registradas pela Rede Árabe para a Informação de Direitos Humanos (ANHRI) na última terça-feira. Entre elas está a de um cidadão egípcio, Mark Gamal, casado com uma espanhola que se encontra em paradeiro desconhecido. A ANHRI confirmou que tem mais de 200 nomes de detidos, mas considera que o número poderia chegar a 400. Seu diretor, o advogado Gamal Eid, explicou que a maioria foi detida durante a noite nos confrontos que ocorreram na citada praça e em perseguições por todo o centro do Cairo.

"Muitos deles foram golpeados e torturados. Alguns feridos foram sequestrados dos hospitais e levados para dois campos de detenção fora da cidade", explica Eid. A polícia egípcia é famosa pela tortura sistemática em delegacias e centros de detenção, fato que foi denunciado por organizações internacionais de direitos humanos. "Fizemos saber ao promotor geral que todas as detenções são ilegais, porque se realizaram em uma manifestação legal, e vão contra os direitos fundamentais. Isso é um crime", concluiu o advogado.

Ao anoitecer, milhares de pessoas enfrentaram a polícia, que não hesitou em dispersá-las com gás lacrimogêneo. "Por que está me batendo? Também estou lutando por seus direitos", recriminou um jovem ao policial que empunhava à sua frente um cassetete de quase um metro. O desconcerto durou apenas o que demorou para dar o próximo golpe.

Tradução: Luiz Roberto Mendes Gonçalves

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