Saeb Erakat para elpais.com
16/08/2010
Los palestinos aprecian el apoyo del Gobierno estadounidense para reactivar el proceso de paz de Oriente Próximo hasta desembocar en una solución de dos Estados que ponga fin a la ocupación iniciada en 1967. Después de 17 años de intentos, nos encontramos en un momento crucial en el que es preciso tomar decisiones. Y los palestinos fuimos los primeros en propugnar la solución de dos Estados y en hacer dolorosas concesiones; hace ya 22 años que reconocimos el derecho de Israel a existir en el 78% de la Palestina histórica.
Acordamos entablar las conversaciones de proximidad para demostrar nuestra fe en el Gobierno estadounidense. La Liga Árabe respaldó activamente el proceso y propuso para esta modalidad un plazo de cuatro meses tras los que, de haber avances significativos, se iniciarían negociaciones directas.
El Gobierno de Estados Unidos hizo hincapié en el progreso sobre temas relacionados con el territorio y la seguridad. Nosotros nos mostramos dispuestos a un diálogo exhaustivo; el lado israelí, no. Las exigencias actuales de que los palestinos accedan a las negociaciones directas sin que se hayan producido avances suponen cambiar el paradigma acordado y son prematuras, porque todavía nos queda un mes de plazo. Durante los tres meses de conversaciones de proximidad, Israel ha proseguido su actividad colonizadora y ha reanudado la política de demolición de hogares, revocación de documentos de identidad y el aumento de la violencia de los colonos contra los palestinos; en ese mismo periodo, mientras el equipo negociador palestino se dedicaba a presentar mapas e informes de situación sobre todos los aspectos del estatus definitivo, no hemos oído decir una palabra al primer ministro Netanyahu sobre la necesidad de impulsar las conversaciones de proximidad.
Israel no cumple ni sus obligaciones mínimas y a los palestinos se les pide que entablen negociaciones directas. Es una situación que no puede ser más parecida a la de hace 10 años, cuando se obligó a los palestinos a ir a Camp David pese a que Israel no estaba listo, y al final se nos echó la culpa del resultado a nosotros. ¿Todavía no hemos aprendido la lección? Si Israel no está listo esta vez, el resultado será aún más catastrófico. Lo que ocurrió fue que los términos de referencia para las conversaciones eran muy vagos, de modo que fue imposible hacer que predominara una visión integral de paz.
No podemos perder tiempo. Los palestinos y los israelíes no pueden permitirse otra ronda de negociaciones fracasadas. Antes de emprender negociaciones directas, Israel debe explicar cuál es su visión de la paz. Si su postura es el discurso pronunciado por el primer ministro Netanyahu en la Universidad Bar Ilan University ("refugiados, Jerusalén, seguridad, fronteras, espacio aéreo, son puntos no negociables"), no hay nada que hacer; las llamadas "medidas de confianza" ofrecidas por el Gobierno israelí no son un "regalo" para el pueblo palestino, sino medidas aprobadas ya en los Acuerdos de Oslo, que Israel debería haber llevado a cabo antes del año 2000.
¿Qué concepto de proceso de paz deseamos? ¿Estamos hablando de cómo hacer que los palestinos renuncien a las fronteras de 1967 o estamos hablando de cómo lograr una paz integral y duradera?
Los términos de referencia deben estar claros. Existe un apoyo internacional extraordinario a la solución de dos Estados de acuerdo con las fronteras de 1967, con Jerusalén como capital de los dos y ciudad abierta y compartida y un acuerdo sobre la cuestión de los refugiados basado en las resoluciones de la ONU. ¿Es mucho pedir, tras 17 años de proceso de paz, que Israel reconozca las fronteras de 1967 como base para nuestras negociaciones?
La visión de la paz regional que tiene Estados Unidos no se contradice con lo anterior, ni tampoco lo hace la idea de un Israel seguro. La seguridad no puede lograrse mediante más opresión y ausencia de derechos, sino mediante la paz y la cooperación regional. Que se respeten los derechos de los palestinos no hará daño a nadie, y la paz saldrá ganando.
Para demostrar su voluntad de alcanzar un acuerdo, Israel debe paralizar toda la actividad de asentamientos. Si el punto de partida lo constituyen las fronteras de 1967, no tiene sentido que los israelíes sigan arruinando de antemano el resultado de las negociaciones con medidas unilaterales que no contribuyen a lograr la solución de dos Estados.
Cuando el señor Netanyahu declara que sabe lo que es mejor para la región, nosotros le decimos que no queremos sus consejos. Lo único que queremos de él es cooperación y trabajo en común.
No necesitamos que Netanyahu se dedique a decirnos lo que más nos conviene, sino que sea un auténtico socio en la búsqueda de la paz. Si le importa el futuro de esta zona del mundo, debe asumir la posición internacional; debe saber que si continúa fundando su postura en la política interna y en el deseo de conservar a los colonos en su coalición de Gobierno, el precio de asegurar su futuro político será el sufrimiento de millones de personas en la región.
Todos debemos aprender de los errores del pasado. Unas negociaciones en las que no haya un compromiso, una visión y unos términos de referencia comunes son inaceptables. Ya las hemos intentado y no han funcionado.
El futuro de millones de personas en Oriente Próximo, nuestros hijos y los suyos, no nos permite volver a fracasar. Respetar compromisos previos como la Hoja de Ruta y los resultados de negociaciones anteriores es una buena forma de avanzar.
Invitamos a Israel a dialogar en serio con nosotros porque a todos nos interesa lo mismo: la coexistencia en dos Estados y la seguridad y la estabilidad en la región. Si no, todos pagaremos un precio muy elevado.
Acordamos entablar las conversaciones de proximidad para demostrar nuestra fe en el Gobierno estadounidense. La Liga Árabe respaldó activamente el proceso y propuso para esta modalidad un plazo de cuatro meses tras los que, de haber avances significativos, se iniciarían negociaciones directas.
El Gobierno de Estados Unidos hizo hincapié en el progreso sobre temas relacionados con el territorio y la seguridad. Nosotros nos mostramos dispuestos a un diálogo exhaustivo; el lado israelí, no. Las exigencias actuales de que los palestinos accedan a las negociaciones directas sin que se hayan producido avances suponen cambiar el paradigma acordado y son prematuras, porque todavía nos queda un mes de plazo. Durante los tres meses de conversaciones de proximidad, Israel ha proseguido su actividad colonizadora y ha reanudado la política de demolición de hogares, revocación de documentos de identidad y el aumento de la violencia de los colonos contra los palestinos; en ese mismo periodo, mientras el equipo negociador palestino se dedicaba a presentar mapas e informes de situación sobre todos los aspectos del estatus definitivo, no hemos oído decir una palabra al primer ministro Netanyahu sobre la necesidad de impulsar las conversaciones de proximidad.
Israel no cumple ni sus obligaciones mínimas y a los palestinos se les pide que entablen negociaciones directas. Es una situación que no puede ser más parecida a la de hace 10 años, cuando se obligó a los palestinos a ir a Camp David pese a que Israel no estaba listo, y al final se nos echó la culpa del resultado a nosotros. ¿Todavía no hemos aprendido la lección? Si Israel no está listo esta vez, el resultado será aún más catastrófico. Lo que ocurrió fue que los términos de referencia para las conversaciones eran muy vagos, de modo que fue imposible hacer que predominara una visión integral de paz.
No podemos perder tiempo. Los palestinos y los israelíes no pueden permitirse otra ronda de negociaciones fracasadas. Antes de emprender negociaciones directas, Israel debe explicar cuál es su visión de la paz. Si su postura es el discurso pronunciado por el primer ministro Netanyahu en la Universidad Bar Ilan University ("refugiados, Jerusalén, seguridad, fronteras, espacio aéreo, son puntos no negociables"), no hay nada que hacer; las llamadas "medidas de confianza" ofrecidas por el Gobierno israelí no son un "regalo" para el pueblo palestino, sino medidas aprobadas ya en los Acuerdos de Oslo, que Israel debería haber llevado a cabo antes del año 2000.
¿Qué concepto de proceso de paz deseamos? ¿Estamos hablando de cómo hacer que los palestinos renuncien a las fronteras de 1967 o estamos hablando de cómo lograr una paz integral y duradera?
Los términos de referencia deben estar claros. Existe un apoyo internacional extraordinario a la solución de dos Estados de acuerdo con las fronteras de 1967, con Jerusalén como capital de los dos y ciudad abierta y compartida y un acuerdo sobre la cuestión de los refugiados basado en las resoluciones de la ONU. ¿Es mucho pedir, tras 17 años de proceso de paz, que Israel reconozca las fronteras de 1967 como base para nuestras negociaciones?
La visión de la paz regional que tiene Estados Unidos no se contradice con lo anterior, ni tampoco lo hace la idea de un Israel seguro. La seguridad no puede lograrse mediante más opresión y ausencia de derechos, sino mediante la paz y la cooperación regional. Que se respeten los derechos de los palestinos no hará daño a nadie, y la paz saldrá ganando.
Para demostrar su voluntad de alcanzar un acuerdo, Israel debe paralizar toda la actividad de asentamientos. Si el punto de partida lo constituyen las fronteras de 1967, no tiene sentido que los israelíes sigan arruinando de antemano el resultado de las negociaciones con medidas unilaterales que no contribuyen a lograr la solución de dos Estados.
Cuando el señor Netanyahu declara que sabe lo que es mejor para la región, nosotros le decimos que no queremos sus consejos. Lo único que queremos de él es cooperación y trabajo en común.
No necesitamos que Netanyahu se dedique a decirnos lo que más nos conviene, sino que sea un auténtico socio en la búsqueda de la paz. Si le importa el futuro de esta zona del mundo, debe asumir la posición internacional; debe saber que si continúa fundando su postura en la política interna y en el deseo de conservar a los colonos en su coalición de Gobierno, el precio de asegurar su futuro político será el sufrimiento de millones de personas en la región.
Todos debemos aprender de los errores del pasado. Unas negociaciones en las que no haya un compromiso, una visión y unos términos de referencia comunes son inaceptables. Ya las hemos intentado y no han funcionado.
El futuro de millones de personas en Oriente Próximo, nuestros hijos y los suyos, no nos permite volver a fracasar. Respetar compromisos previos como la Hoja de Ruta y los resultados de negociaciones anteriores es una buena forma de avanzar.
Invitamos a Israel a dialogar en serio con nosotros porque a todos nos interesa lo mismo: la coexistencia en dos Estados y la seguridad y la estabilidad en la región. Si no, todos pagaremos un precio muy elevado.
Saeb Erakat es jefe del equipo negociador palestino. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
Fonte: http://www.oicpalestina.org/ver_articulos.php?id=1119
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